A propósito de un libro sobre Antonio Gallego Burin y el primer volumen que leí al entrar en calle Puentezuelas.
En nuestra juventud existió la Historia. Aburrida, recurrente a la memoria de fechas y apuntes fotocopiados, y admiramos a Heródoto o Tucideces llevándonos nuestra soberbia adolescente a la desdicha de descalificar a Ranke u otros, armados de nuestras biblias sin letras del marxismo estructuralista. Pero como una llama sutil permaneció la dolorosa angustia, expresión de desconcierto, dudas y vías abiertas, aun sospechadas. No habíamos muerto, ni ciegos aguardábamos-de necios sería admitir su conocimiento-el final del proletariado, de su dictadura, y no puedo dejar de recordar las luces invernales de Granada. Sobrevolaba una niebla que me alertaba sobre mi presencia y más allá de la vista, como sumas de inmensidad, todo lo que desconocía y que dolor me producía. El principio no estaba diseñado aunque el final pareciese.
Batallábamos entonces con los conceptos, nociones y palabras que nos separaban de nuestros profesores y compañeros de clase (de Facultad, digo) semejantes a humildes descubridores de la vacía nada que-afortunadamente- soportamos y vencimos. Pese a la procedencia inevitable de la cristiandad y las comuniones diarias no nos adornaba la humildad, la sencillez o el perdón a los “equivocados”. Con terror, distingo, que 1968 se esculpió como cemento en poderosos e inéditos amigos, que abandoné, ahora que percibo, donde no estuve nunca.
Menos algunos suicidas que persistimos-otros, ya sabéis están en nosotros pero sin vida-, la agónica identidad de ser superiores a lo que creíais de vosotros mismos, imposible por otros conductos de la sabiduría o el trabajo, os inclinó a atléticos escorzos al Poder, cualquier, diverso, impropio de la vía Apia que conocimos en la Cruz. Atendiendo a la eternidad de la irrelevancia habéis agotado el sentido de la dignidad. Solo deseo que el disfrute haya guiado vuestros cuerpos. La rocosa mente persiste. Descubro en la lejanía que el pelo y las barrigas procedieron normal y legalmente, hacia lo escaso y lo amplio.
Fuisteis y fuimos: marxistas, estructuralistas, annalistas, pesimistas y ahora no estoy seguro. Y llegando el relámpago de la “memoria”montasteis en las bicicletas primero, en los coches oficiales después, para como Alejandro el mínimo, conquistar el imperio de las subvenciones. Y la gloria, sin otear la molesta águila de la grandeza. Insuflasteis unas danzas epistemológicas con “el género” hacia la Historia. Os fue bien, pero el reuma y la exposición fueron tan ridículos que ganasteis dinero y prestigio-no conozco el sitio o la academia-más aquello por su extrema ridiculez hubo de ser escondido a tropezones. Ahora son las obligaciones del socialismo, el feminismo, el ecoturismo y la vigilia sexual.
El trabajo era insignificante: hicisteis varias entrevistas-que por llegar tarde ya eran casi de vuestra edad-llenas de progreso y sentimientos de justicia y ¡eso es todo! La academia os adorno de guirnaldas y sentidas proclamas. Posiblemente habrá hasta medallas.
Como ¡La memoria!, No exige aparato teórico o metodológico alguno, inscrita en escuela reconocible o aprendizaje en el rigor, la habéis convertido en una suerte de impunidad. Nada o nadie está vedado a los encarnizados juicios, a las venganzas de esta realidad desolada y mustia.
Ni habéis respetado los índices del libro, el rigor de las estructuras, la complejidad de los sistemas, y como tiranos, ahogado el clamor de las fuentes. Este ultimo el más brutal de la labor de un Historiador. Imponéis al entrevistado la respuesta, elegís de la biografía el orden de las ideas y las conclusiones, y, por encima de todo, habéis usurpado como vates el horror de las tragedias. Ni siquiera la piedad os conturba. El dolor es universal.Creedme.Aunque no habéis pasado de abajo firmantes, el tiempo nos obliga. No hubo genocidios en los frisos que habéis creado: caerán. Emergió la Historia que es lo que nos ocupa. Dejad las predicas morales para los sacerdotes, seguiremos pecando en pensamiento!
De las edades del pasado no resplandecen las estrellas fugaces. Ni en España tuvimos a Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci, ni los socialdemócratas alemanes. El modesto Sanz del Rio.Pablo Iglesias o Dolores Ibárruri llenaron unos folios para periódicos. En la orilla “española “vararon Donoso Cortés, Balmes, Menéndez Pelayo y el poderoso tronco hispanoamericano. ¿No habéis pensado que había que reconquistar las sólidas raíces de la teoría? Uno de “los vuestros ha escrito que “el sujeto histórico ahora es un trans, niña y menor” ¿Eso es todo? ¿Además de entrevistas trucadas, estudios de género, de hambre, putas, pobres y parados no os sentís obligados a dejar otras semillas plantadas?
Os propongo un juego de guerra! Cojed dados! Y ahora: .-Colocad la Ley de la Masonería y el Comunismo y superponer la Ley de memoria Democrática. ¿Ya? A la espera estoy de vuestras respuestas.No busquéis la diferencias,no son transversales o de genero.
Ítem más, en una Universidad de Cinco Siglos ¿Todavía no existe especialistas o Tesis Doctorales sobre Granada 1936-1982?
Antonio Nadal. Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga(Ret.).