En los últimos años, el anterior Jefe del Estado, Franciso Franco, se está convirtiendo con mucha frecuencia como un personaje viral y «trending tópic», en las redes sociales y medios de comunicación. Para un primer acercamiento al personaje, es fundamental leer su testamento político escrito meses antes de su muerte en el que refleja dos ideas fundamentales: sus profundas convicciones católicas y su inmenso amor a España. Sus convicciones católicas las expresa fundamentalmente en su amor al prójimo al pedir perdón a sus enemigos y al mismo tiempo perdonarles, y en segundo lugar en su preocupación por la búsqueda de la justicia social entre los españoles. Su amor a España lo expresa en su agradecimiento a sus colaboradores y en su deseo de preservar su unidad.
“Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante, ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir.
Pido perdón a todos de todo corazón, perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida que ya sé próximo.
Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido.
No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened al unidad de las tierras de España exaltando la rica multiplicidad de las regiones como fuente de fortaleza en la unidad de la Patria.
Quisiera, en mi último momento unir los nombre de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte: ¡Arriba España! ¡Viva España!.
De la lectura de este testamento pidiendo perdón a sus enemigos y perdonándoles, resulta difícil concluir que estamos ante el perfil de un genocida o un asesino, que es una opinión bastante extendida, porque no resulta muy normal que un asesino muera con tal derroche de amor al prójimo.