La Guerra Civil Española, uno de los períodos más tristes de la historia de España, dejó una huella indeleble en la memoria colectiva del país. En medio del caos y la violencia comunista, la provincia de Málaga sufrió una brutal represión por parte de las fuerzas marxistas desde el inicio de la guerra civil, dejando un saldo de sufrimiento y devastación que aún resuena en los corazones de aquellos que fueron testigos de esos horrores.
Desde el inicio del conflicto, las milicias comunistas y anarquistas se lanzaron a una campaña despiadada de represión contra cualquier persona o institución que se opusiera a su agenda radical. En Málaga, esta represión se manifestó en una serie de atrocidades que estremecieron a la población civil.
Una de las tácticas más crueles empleadas por los marxistas fue el asesinato indiscriminado de aquellos que consideraban «enemigos del pueblo». Se llevaron a cabo ejecuciones sumarias en plazas públicas, donde se mataba a personas inocentes simplemente por su afiliación política, su religión o su posición social. El terror se extendió por las calles de Málaga, donde familias enteras vivían con el constante temor de ser arrancadas de sus hogares y llevadas ante el pelotón de fusilamiento.
Pero la represión no se limitó solo a la violencia física. Los marxistas también utilizaron tácticas de intimidación y coacción para silenciar a cualquier voz disidente. Se establecieron comités de vigilancia que espiaban a la población y denunciaban a aquellos que se atrevían a expresar ideas contrarias al régimen.
El saqueo y la destrucción de propiedades también fueron parte integral de la represión marxista en Málaga. Iglesias, conventos, y propiedades pertenecientes a familias adineradas fueron vandalizadas y saqueadas, en un intento de borrar cualquier vestigio de la cultura y la tradición española que no se alineara con la ideología comunista.
Afortunadamente, las heridas causadas por la represión marxista en Málaga cicatrizaron en los años sesenta, al igual que las causadas por la represión posterior, no siendo deseable recordar fechas tan tristes y hechos tan dolorosos, sino mirar hacia un futuro de España en paz y en armonía, como ya se vivía en los años setenta.