Algunas de las piezas de la muestra se exhibirán por primera vez y han sido adquiridas gracias a las ayudas al arte contemporáneo de la Consejería de Cultura
En 1979, la teórica del arte norteamericana Rosalind Krauss apuntaba en su ensayo ‘La escultura en el campo expandido’ que la escultura, en tanto categoría, había sido «amasada, extendida y retorcida en una demostración extraordinaria de elasticidad, una exhibición de la manera en que un término cultural puede extenderse hasta incluir casi cualquier cosa».
Precisamente esta premisa de Krauss sienta las bases de ‘Escultura expandida’ la nueva exposición que, desde este fin de semana y hasta el 8 de mayo de 2022, puede visitarse en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), espacio museístico de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, y que invita a disfrutar de piezas únicas e icónicas.
De hecho, un buen número de las esculturas que integran la muestra han sido adquiridas en 2020 gracias a las medidas excepcionales que puso en marcha la Consejería dirigida por Patricia del Pozo con motivo de la pandemia, piezas que se exhibirán por primera vez en el museo.
Gracias a las ayudas para la adquisición de obras de arte contemporáneo, dotadas con cerca de 500.000 euros, en 2020 se han sumado a la colección del CAAC diversas obras de numerosos artistas andaluces, tanto emergentes como de media carrera, siendo cinco de ellos de Málaga, tres de Córdoba, dos de Jaén y otros dos de Cádiz, además de uno de Granada, otro de Sevilla y uno más de Huelva.
‘Escultura expandida’, comisariada por Juan Antonio Álvarez Reyes y Yolanda Torrubia, estudia el auge de este medio artístico en el arte actual a través de obras de veintiséis artistas, de los que catorce son mujeres.
Algunas de las piezas más importantes y pertenecientes a los fondos del CAAC son donaciones, como la instalación de Soledad Sevilla, el conjunto del colectivo ruso Chto Delat y la escultura del artista alemán Reinhard Mucha, depósito a largo plazo de la coleccionista Oliva Arauna. También destacan piezas icónicas de la colección del museo, como la gran celda de Louise Bourgeois o las piezas de Pepe Espaliú y Cristina Iglesias. Además, se ha recuperado una obra de Aurèlia Muñoz, una artista histórica que ha sido recientemente recuperada con exposiciones en España y en el MOMA, cuya obra formaba parte del antiguo Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla.
Recorrido expositivo
El espectador que visite la muestra iniciará un recorrido desde la abstracción a la figuración, desde la geometría al cuerpo, a través de un camino salpicado de núcleos de diálogo en torno a cuestiones como la idea de dispositivo, lo orgánico en relación a la forma y el material o la identidad y la cultura popular.
‘Escultura expandida’ abre con un «objeto-acontecimiento», tal como lo describen sus autores, Fuentesal&Arenillas (Huelva 1986 y Cádiz 1989), una escultura de gran escala de madera azul con dibujos de un imaginario propio que dialoga con el espacio.
Waves (Ondas) de Daniel Palacios (Córdoba, 1981) es una instalación fruto de una compleja investigación sobre el movimiento y el sonido, en la que la protagonista es la cuerda que interactúa con el público. También la pieza de Julia Llerena se articula a través de cuerdas, pero esta vez son cables de acero horizontales que a modo de versos reproducen dos sonetos de Antonio Gamoneda a través de objetos encontrados por la artista en su vida cotidiana.
En la primera gran sala se presentan dos instalaciones escultóricas que tienen en común su relación con la idea de «dispositivo», siguiendo con la definición de Gilles Deleuze en 1988: «máquina para hacer ver y máquina para hacer hablar». La de Andreas Fogarasi (Viena, Austria, 1977) es un cubo negro, con una tradición propia en la escultura del siglo XX, para la visualización de vídeos, mientras que la de Reinhard Mucha (Düsseldorf, Alemania, 1950) es, en apariencia, algo parecido a una estantería invertida o vitrina cegada.
En el siguiente espacio se establece un diálogo entre obras que parten de lo orgánico, tanto en sus formas como en los materiales que la componen, ya sea el yute, la palmera o la mimbre. Con la obra de Aurèlia Muñoz (Barcelona, 1926 – 2011) se recupera la trayectoria de una artista que destacó por su originalidad e investigación en el trabajo de materiales y técnicas, así como por la defensa de la consideración escultórica del tejido.
De Adolfo Schlosser (Leitersdorf, Alemania, 1939 – Madrid, 2004) se presenta una escultura característica de su trabajo con elementos naturales, en la que la rama es sometida a una espiral mantenida con un sistema de sujeción para que la forma permanezca; una obra sencilla, directa, frágil y contundente en un juego de tensiones que tiene una clara relación formal con la instalación de Soledad Sevilla (Valencia, 1944). Compuesta de prismas triangulares sujetos a más de 3.600 varas de mimbre que cuelgan como hojas de luz del muro, Con una vara de mimbre se presenta por primera vez en el CAAC tras la donación por parte de la artista.
Voces de mundos que se desvanecen de Regina de Miguel (Málaga, 1977) es un dispositivo en el que la artista se refiere a un proyecto que Carl Sagan desarrolló en los años 70 con el que, a modo de cápsula del tiempo, el científico buscaba enviar datos sobre la civilización humana y el planeta Tierra hacia el espacio, con la finalidad de darnos a conocer en caso que una civilización extraterrestre las interceptara.
La siguiente sala presenta dos instalaciones escultóricas, la del colectivo Moreno & Grau (Málaga, 1985 y 1989) y la de Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1986). Las primeras proponen con su obra una experiencia del entorno natural, no una representación ni una reflexión, sino un acontecimiento en el cual se producen sensaciones que tienen que ver con la fenomenología de la naturaleza, apelando más hacia el territorio de lo sensorial que al de lo racional. Por otra parte, Serrano Rivas recrea con su escultura un paréntesis que es microcosmos y espejo; como elementos que se sumergen en el agua, que multiplica y absorbe forma, la pieza tiene también presente la noción de sueño, que no solo apunta a la facultad de la psique de crear imágenes ficticias, sino que también se sueña territorio donde la experiencia artística acontece.
La gran sala central está dedicada a dos iconos del arte contemporáneo del siglo XX, Louise Bourgeois (Paris, Francia 1911 – Nueva York, EE.UU, 2010) y Pepe Espaliú (Córdoba, 1955 – 1993). Ambos comparten en sus trayectorias el interés por la identidad en relación con el cuerpo y la sexualidad. Las obras presentadas en esta sala fueron realizadas el mismo año y parten de la propia experiencia de los artistas y su manera de sociabilizar cuestiones que giran en torno al patriarcado y la estigmatización. Las celdas del Bourgeois son estructuras arquitectónicas alegóricas a través las que genera espacios simbólicos donde se protege del pasado encerrando en ellos sus fantasmas y deseos. Por su parte, Pepe Espaliú, mostró de forma más evidente su componente biográfico tras enfermar de sida, lo que le llevó a realizar algunos de sus trabajos más relevantes como la serie escultórica Carrying, que hace referencia a la acción llevada a cabo en San Sebastián en 1992, en la que Pepe Espaliú enfermo era transportado por las calles descalzo y en brazos de una cadena humana.
El trabajo de Pablo Capitán del Río (Granada, 1982) y Jacobo Castellano (Jaén, 1976) tienen en común una forma de hacer, de construir, ligados al lenguaje de la escultura y la instalación basada en la exploración del objeto. Las tradiciones populares y el acervo religioso de nuestro país son algunos de los temas a los que Castellano acude con mayor insistencia; esta pieza representa un Paso de Semana Santa, en el que se condensa lo popular y lo sacro, la intensa devoción y la superstición que rodean una forma de venerar las imágenes y las formas de la religión. Por su parte, Capitán del Río también está tomando un elemento de la tradición agrícola popular, las compuertas de regadío, para construir una escultura suspendida a modo de móvil, que posee además una larga tradición artística. Todo el conjunto está equilibrado como un juego de pesos y contrapesos en un solo punto de apoyo, creando un frágil equilibrio, que también es compartido por la escultura de Jacobo Castellano.
Nuria Carrasco (Ronda, 1962) y Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964) utilizan elementos extraídos del mundo de la moda, la estética o el diseño para, recogiendo la herencia del arte pop, elaborar un irónico discurso con claras referencias al mundo femenino. También Francesc Ruiz (Barcelona, 1971) parte de un elemento de la cultura popular, el cómic, para explorar nuevos modelos narrativos y crea una gran instalación en la que, a modo de gran maqueta de ciudad, los rostros del cómic han sido sustituidos por el del propio artista, reforzando la idea de copia y alteración del original, lo que también está presente en la revista de Carrasco.
La sala dedicada a Amalia Pica (Neuquén, Argentina, 1978) contiene más de doscientos objetos para hacer ruido que se usan en protestas y celebraciones callejeras: megáfonos, utensilios de cocina, tambores, zapatos y también artículos que pueden ser utilizados para agredir, como palos y machetes. Todos los objetos se han alterado, cubiertos con vendajes de yeso y colgados en las cuatro paredes del espacio. El revestimiento blanco de cada uno de ellos silencia su función acústica, pero paradójicamente también sirve para preservar sus formas y su función potencial.
La mujer en el ámbito de lo doméstico y sus roles han sido temas recurrentes en las representaciones artísticas de Ángeles Agrela (Úbeda, 1966), y dentro de ese terreno, la costura y el tricot han sido usados en una serie de obras para, desde una mirada feminista y/o de género, elevar esos trabajos domésticos típicamente «femeninos» a la categoría de medios artísticos.
De Alegría & Piñero (Córdoba 1985, Cádiz 1975) se presenta la instalación Silabario, moldura del habla, que forma parte de su largo proyecto de investigación sobre el habla. Se compone de un mueble modular plegable que alberga ochenta moldes, cada uno correspondiente a la silueta de una persona pronunciando una sílaba y creados a partir de la documentación en vídeo del perfil de una persona vocalizando una por una las sílabas, perfil que se reproduce en movimiento al otro lado de la sala a través de un sistema de molduras que se van iluminando con un proyector de luz.
El corredor central termina con la instalación de Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956), una estancia en la que el visitante se adentra rodeado por una proliferación de formas vegetales en distintas texturas y materiales en un compromiso simbólico entre la escultura y el espacio.
La exposición termina con el colectivo ruso Chto Delat (¿Qué hacer?), fundado en 2003 por un grupo de artistas, filósofos y escritores, cuya instalación está relacionada, como toda su producción artística, con la historia soviética.
Fuente: www.juntadeandalucia.es